Entro al baño de hombres de uno de los centros comerciales más populares del norte de Quito, son las seis de la tarde y a penas lo hago, siento una tensión en el lugar. Había bastante tránsito de personas, de entre ellas reconozco varios que estaban intentando alargar su estadía dentro del baño. Existe una red de interacciones entre los crusiers y está guiada por la estética y la excitación que le genere el uno al otro. Hay un intercambio de miradas de deseo que congenian unas mas o menos con otras.
Cuando una mirada de deseo coincide con otra mirada que expresa un nivel de deseo mutuo similar, es ahí donde se genera la posibilidad de un contacto sexual.
Habían al menos ocho crusiers circulando entre los urinarios, las cabinas y el pasillo de los lavabos frente al espejo. Me dirijo hacia los urinarios y elijo uno de los primeros. Existen negociaciones visuales gestos corporales que suceden mientras finjo que orino. Parecía ser que varios crusiers estaban muy interesados en el chico que mostraba su pene en el urinario izquierdo junto al mío y que según estándares de la belleza (gay) occidental se consideraría “guapo” o “simpático”. Este hombre de tez clara, cabello y ojos claros parecía que trabajaba en salud, tal vez era médico, ya que usaba un pantalón típico de las unidades de salud. Este hombre miraba los rostros de quienes transitaban el lugar y de quienes fingían utilizar las cabinas sanitarias y los urinarios, como una forma de cerciorarse quienes son los que están con ganas de generar una interacción homo-erótica y cuál de ellos le atrae lo suficiente como para ir más allá de una mirada. Era obvio que estaba interesado en el joven que se encontraba a su lado izquierdo, ya que sus gestos y lenguaje corporal revelaban mutuo interés. Cuando me miró a los ojos no mostró suficiente interés en mí, pero sí me confirmó con sus ojos que estaba buscando contacto sexual, al no esconder su erección de mi vista y mostrándomela por unos segundos. Pues mi mirada revelaba una complicidad voyeur que coincidía con la de él y mantenía mi privilegio de presenciar el tipo de negociaciones que se estaban suscitando. El chico que atrae a todos mira fijamente al chico del urinario del lado contrario al mío, aquel chico le corresponde con un gesto que apunta a la cabina sanitaria que está detrás de ambos, paso seguido se retira del urinario, se dirige a una de ellas y entra. Desde la cabina a la que acaba de entrar, dejando la puerta abierta, el chico le hace señas de que entre con él.
Enseguida, otro hombre sale de la cabina para discapacitados en el fondo y en seguida con su rostro muestra interés en el chico guapo con la erección y en mí. Yo desocupo el urinario, paso por las espaldas del chico “simpático” y tengo la intención de dirigirme hacia los lavabos, mientras el chico que salía del baño para discapacitados me hace un gesto con el rostro y la cabeza, que señala dicha cabina para discapacitados, una invitación a un encuentro homo erótico. Aquel hombre pretendía volver a la cabina pero conmigo. Yo le hice un gesto de “no” con la cabeza y el rostro. Seguido, el chico rubio del urinario se mira con el que yo acabó de “rechazar” y le hace una señal de que lo siga. Di la vuelta y miro cómo éste deja el urinario para meterse a la cabina donde se encontraba el otro. Detrás de él, sigue el que salió de la cabina para discapacitados, quién entra y cierra la puerta de la cabina. Tres hombres entraron a una misma cabina para mantener contacto homo erótico, un trío.
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